El dolor de vivir es una enfermedad profunda que lleva a la persona a rechazar la vida, a querer huir o querer destruirse. La razón de este dolor viene dado por las carencias afectivas y los traumatismos familiares vividos en la infancia y en estado fetal. La mayoría de las veces está latente y muchas veces las personas no se imaginan que lo vivido de niños puede causar esta dolencia.

¿Quienes son los que cargan el dolor de vivir?

Los niños que se han sentido ignorados, abandonados o que han crecido en un ambiente de peleas y violencia, llevan normalmente una carga de dolor ante la vida.

Todos ellos han aprendido a desarrollar un mecanismo de supervivencia. Para algunos el enfermarse es uno de estos mecanismos, ya que cuando eran niños, era el único momento en que recibían atención: “si estoy enfermo se ocupan de mí.” Para otros será el dar en demasía y cuidar a los demás sin parar. Para otros será el alcohol o las drogas. Para otros, convertirse en trabajólicos, etc.

El niño que no ha sentido aceptación por su padre o por su madre, puede no tener ganas de vivir si no se le mira. Es como si dijera: “mamá, papá, mírenme para que pueda vivir”. Este niño buscará las miradas de los demás para sobrevivir e intentará sobresalir de la media, convirtiéndose en una persona o muy delgada o muy obesa para llamar la atención, o con muy malas notas o con muy buenas notas. Esa necesidad de que le miren puede ser totalmente inconsciente.

Este niño, de adulto:

Cuando el niño que no ha sido visto cuando crecía, crece, se ve arrastrado de manera casi inevitable hacia las personas que sufren y se conecta a situaciones de dependencia afectiva y emocional. Esto lo lleva a construir su universo alrededor de la persona amada. Entonces, cuando éste ser se aleja o lo deja, su mundo se derrumba y pierde las ganas de vivir. Para no sentir ese profundo vacío, se anestesia con el trabajo, con el juego, el sexo, las compras o con cualquier otra actividad que le deje muy poco tiempo para estar en contacto con lo que siente.

Muchos intentarán llamar la atención ayudando a los demás. Estas personas son las que se olvidan de si mismas o se dedican a trabajar desempeñando labores de asistencia: enfermeras, terapeutas, médicos, etc. Muchas mujeres con dolor de vivir, cuando son adultas, cambian su mecanismo de supervivencia de “si estoy enferma se ocupan de mi” a “puedo vivir si los demás me necesitan”. Esto puede ser con su familia, sus padres, sus hijos, el marido e inclusive el trabajo.

Algunos lo harán eligiendo de manera totalmente inconsciente, profesiones en las que se puedan exhibir como cómicos, cantantes, actores de cine.

Otros eligen huir de la realidad de su vida cotidiana y refugiarse en un mundo paralelo imaginario que les hace sentir eufóricos, o vivir en un espacio en el que nadie puede entrar. Este es el caso de las personas que padecen autismo, psicosis, neurosis, esquizofrenia y toxicomanías (alcohol, drogas, fármacos), depresiones o ideas suicidas.

Un ejemplo:

Alexandra, de niña, se siente ahogada por su madre e ignorada por su padre. De adulta, busca en los hombres la mirada que no ha tenido de su padre y se involucra en juegos de seducción. Pero cuando quiere a un hombre, ya no se permite esos juegos de seducción y depende sólo de la mirada de uno. Si este hombre se aleja de ella o se rompe la relación, ella se sumerge en el dolor de vivir de aquella niña que hubiera querido decirle a su padre: “papá mírame para poder sentir que valgo”.

Características de este niño no visto:

– Había un hermano enfermo que se llevo toda la atención
– Es un hijo de muchos
– No tuvo madre o no tuvo padre, o ambos
– No vivió con sus padres de niño, fue entregado a otros.
– Alguno de los padres era alcoholico / drogadicto
– La madre trabajo mucho para mantenerlos
– El se hizo cargo de sus hermanos
– Fue rechazado por algunos de los padres
– Falta de reconocimiento / apellido del padre
– No conoció a su padre.

El proceso por dentro:

El dolor de vivir conduce inexorablemente a la auto-destrucción. La persona se auto-destruye inconscientemente para castigar a quien responsabiliza de su sufrimiento. Muchas veces siendo este proceso vivido de manera inconsciente.

La sanación es el camino:

El dolor de vivir debe ser sanado y la única manera es a través de un excelente nivel terapéutico que incluya una base espiritual y cambios en el inconsciente.  Esto permitirá realmente sanar estas heridas y vacíos que están grabados en la mente y en el corazón de este niño/adulto.

Si se necesita una razón para vivir que motive a avanzar en la vida, es que no hay realmente ganas ni fuerza para hacerlo. Cuando vivimos con auténtica plenitud, no necesitamos agarrarnos a nada ni nadie, ni tener una razón para vivir.